Me acuerdo aún de la primera vez, puedo sentir entre mi piel y mis
huesos ese calor húmedo que me azotaba aquella mañana de septiembre.
Llegué a aquél sitio todavía desconocido para mi, al salir por la
puerta levanté mi mirada y vi palmeras a la sombra de carteles publicitarios,
aquello era mi Miami particular, o mejor dicho, es Miami y la gente no lo sabe.
Iba con una clara intención, y era pasar unos días con esa persona
que tanto me ha dado y me ha dejado dar, esa persona de la que tanto he
recibido y poco he dado, pero eso decía mi corazón y así fue.
Mi primer viaje no lo recuerdo muy bien, pero fue más sentimental
que de conocimiento.
He vuelto muchas veces, y sigo volviendo cada vez que puedo, he
conocido todos sus barrios, su gente y sus costumbres. La vez que estuve más
tiempo con ella fue el pasado verano, que gracias a mis momentos de soledad y
de calor pude conocer el estilo de su tierra, la gente no vive para otra cosa
que no sea para sí mismo, sus calles y sus edificios te incitan a pensar en ti,
a vivirlo todo, a sentirlo todo, o compartir lo que tú quieras y lo que no
quieras te lo quedas.
En uno de mis momentos de trance he llegado a pensar que la gente
cuando nace, es decir, cuando sale del cuerpo de otra persona para comenzar su
carrera, si lo hace en esa tierra es absorbida por una onda invisible que te
hace ser particular, a pesar de las costumbres, hay algo que todavía creo no se
sabe cómo se llama que te abraza tu cuerpo y tu mente y te hace ser de una
forma particular. No te importa si estas gordo o si estas flaco, no te importa
si estas débil o estas fuerte, solo te importa que estás, que estás ahí y te
sientes lleno.
Después de 3 años desde la primera vez, llegué al parque, a ese
parque que tanto había hablado y nunca había visto. Cuando empecé a subir por
sus escaleras sentía cosas, cosas sin nombre ni color ni sabor, eran cosas que
me estaban invadiendo. Cuando por fin logré tocar, o mejor dicho, sentir el
calor de ese muro de cerámicas pintadas de colores, lagrimas comenzaron a brotar
de mis ojos, lágrimas que no me dejaban hablar y solamente me hacían ver esa
ciudad, esas cosas, esa gente, esa agua, esas torres y ese mar. Lágrimas que me
hablaban de mi pasado y me pedían que no me fuera nunca. Lágrimas que cuando
caían se disolvían en su tierra. Lágrimas que no me pertenecían a mí, sino a
ella.
Creo que ese fue nuestro mejor momento juntos.
La verdad es que no se mucho de su historia, no se mucho de ella,
ni porqué existe ni porqué está ahí, pero creo que se merece que escriba sobre
ella, porque ella sola puede darme todo lo que mi interior me pide. No necesito
nada más sabiendo que estoy con ella.
Creo que tampoco quiero saber su historia por miedo a la
decepción, y como la vida no es lo que viene siendo muy larga, prefiero quedarme
con la intriga, aunque si digo intriga estoy mintiendo porque no me causa
ninguna intriga saber más de lo que sé.
He hablado con gente y a lo más que he llegado es a la
reencarnación, aunque personalmente no creo en ella. Yo lo llamaría de otra
forma, no sé, energías quizá? fuerza? poder? atracción? amor? morbo? No sé, me
da igual saberlo, solo sé que me da lo que ninguna me ha podido dar, ni la
propia que me vio nacer.
Sé que estaré junto a ella durante mucho tiempo y también sé que
no me verá morir, porque yo quiero que piense que siempre estaré, no le daré el
gusto o disgusto de verme desaparecer.
Era todo tan pequeño hasta hace unos meses, que ahora solo pienso
en su grandeza y en su encanto y por supuesto que también en el mío.
Húmeda, nublada, lluviosa, europea, condal, portuaria, marítima,
bohemia, estupenda, metrópolis, montañosa, extranjera, única, simple, completa,
campestre, natural, blanca, negra, colorida, oscura, mayúscula y minúscula,
cuadriculada, nueva y antigua. Lo tienes todo, y también me tienes a mí.